martes, 27 de mayo de 2014

Bailar con el diablo.




En una rueda de reconocimiento identificaría sin dudar al diablo... porque le vi la cara una vez entre Charing Cross y White Chapel; al salir de una boca de metro me cruce con su mirada incomoda e inquisitiva caminando en sentido opuesto al mio... varias calles más adelante, donde no le correspondía, me esperaba apoyado en una esquina, su mirada me escrutó y me siguió hasta que me perdí, inquieto, entre la gente. Desde aquel día no lo he vuelto a ver, y aunque no pueda olvidar su cara espero no volver a verlo jamás.

El domingo los españoles bailamos, una vez más, con el diablo, pero este es muy distinto al de Charing Cross este es más irreal y etéreo... aquí seguimos jugando a que somos lo que no somos, a que podemos lavarnos la cara sucia con barro para tratar de sentirnos más limpios... a no darnos cuenta de que las opciones son bailar con el diablo o hacerlo con la más fea...
Pero nosotros elegimos salir fuera a respirar, a bailar por nuestra cuenta lejos de la música estruendosa y malsana, lejos de la música que tocan los tambores de la guerra y el odio que hacen bailar y contorsionarse a todos los demás.




martes, 6 de mayo de 2014

Y tú ¿qué tal estás?


Foto: katandherblog

(...)

En la vida absurda que llevamos, todo conspira contra la conversación: nos obligan a viajar hacinados en los transportes públicos para ir a la oficina; para hacer menos aflictivo nuestro hacinamiento, nos enchufamos al oído aparatos que nos aíslan de la realidad circundante, o vivimos prendidos de pantallas que nos transmiten un espejismo de compañía (¡cientos, miles de amigos virtuales!) y que, en realidad, no hacen sino ahondar nuestra soledad; llegada la hora de la comida, lo hacemos de cualquier manera, acuciados siempre por el reloj, sin posibilidad de sentarnos a una mesa en compañía grata, mucho menos de disfrutar de una sobremesa; cuando regresamos a casa, más cansados que unos zorros, encendemos el televisor, para que unos tíos que repiten como papagayos las consignas y eslóganes que les han transmitido sus jefes de negociado o partido nos llenen la cabeza de mierda, o nos zambullimos en interné, para repetir o retuitear las consignas y eslóganes con los que previamente nos han machacado las meninges, creyendo ilusoriamente que son pensamientos originarios.
Y, antes de acostarnos, ponemos un poquito la radio, 'para que nos haga compañía'.O más bien para que nos haga olvidar que no tenemos compañía; o que, si la tenemos, no sabemos qué hacer con ella, porque han logrado que dejemos de conversar, porque han conseguido que dejemos de sentir curiosidad por el alma del prójimo, para que la nuestra se gangrene y envilezca. Y así nuestra vida termina siendo como la de los muebles, con los que alguien siempre termina haciendo leña.
 Juan manuel de Prada. (El semanal XL)