sábado, 28 de enero de 2017

Drogas de diseño.

Posiblemente, dentro de dos o tres décadas el azúcar estará equiparada al tabaco o el alcohol nos parecerá demencial lo que hoy nos parece un consumo habitual.

Que el azúcar engancha es un hecho, que te puedes desenganchar es otro.
Un yogur de bebé lleva azúcar, ¿para qué necesita azúcar un bebé de meses? para nada, para sentar las bases de un consumo futuro, se acostumbrará a eso y se negará a comer el mismo alimento sin, al menos, esa cantidad de azúcar.

El azúcar ya mata en EEUU a más personas anualmente que el tabaco... y no se trata de evitar su consumo, se trata de reducirlo y el de todas las mierdas sobreazucaradas, sustituirla por edulcorantes naturales o suprimirla en casos determinados para conocer el sabor que tiene realmente algo.

Antonio Estrada es un fotógrafo que a través de su web intenta concienciar, de una forma muy visual, de la cantidad innecesaria que llevan la mayoría de los alimentos que consumimos:

www.sinazucar.org




Outsiders.



Cada mañana te levantas, desayunas y te pones el traje de outsider... todo lo que haces tiene su repercusión en tu entorno y los que te rodean. Con gestos, acciones y omisiones tratas de acercar tu mundo lo más posible a lo que consideras que debería ser el mundo.

Pero al final llegas a casa, te das cuenta que acabas de dejar dos móviles encima de la mesa, que luego vas a tener que trabajar con el portatil, que a través de la ventana la nube de polución sigue ahí, que convives en una ciudad con millones de personas, que tu mundo no está aquí y que probablemente encontrarlo va a costar...

Así que te quitas el traje, lo dejas en la percha, para mañana y le das un abrazo (nos comportamos y hacemos con nuestro tiempo libre lo que otros no saben, nos cuidamos mutuamente y respiramos fuera)...... y piensas que puedes intentar mejorar el mundo, pero no cambiarlo, y que quizá la belleza está en ser un "perdedor" a priori, en saber que aunque no haya solución seguís adelante en una suerte de valhalla donde, la derrota final estaba ya escrita, pero para todos era un honor pelear.




La flor.


El aeropuerto de Londres es un hormiguero, y sinceramente me agobia. Estoy leyendo, tomando un café esperando que a mi vuelo le den puerta en la pantalla y se me acerca Ana. Me tiende la mano, se presenta, y me dice algo que me desconcierta, "Te he hecho una foto".
Ana me ha hecho una foto furtiva y ahora viene a pedirme permiso para hacer lo que ya ha hecho... "siempre le pido permiso a la gente a la que le hago fotos para quedármelas, si lo pido antes la foto ya no es igual, claro...", Un poco desconcertado le pido que me enseñe la foto; mi vanidad se desinfla cuando veo una foto en blanco y negro de mis manos; no sé cómo se harán esas cosas pues no entiendo mucho de fotografía, pero se ven mis manos en primer plano  y el título del libro que sostienen mientras lo demás parece difuminarse; como digo, no entiendo de eso, pero la foto me gusta.
Se pide un café y se sienta a mi lado. Es extremeña y su acento no lo niega, es algo así cómo una moderna rural. Esta chica es más de campo que una amapola y esto contrasta con la argolla que cuelga de su nariz; viste como si fuera a ponerse a amontonar heno pero a amontonarlo con unos brazos completamente coloreados de calaveras, nubes y misticismo. Su vida está en el pueblo, pero ella quiso salir, lo que hace lo hace bastante bien, según me cuenta expone de vez en cuando en pequeñas galerías y en quince días lo hará en el east end donde dice creer que quedaría bien la foto que acaba de tirar.
A raíz de mi libro empieza a hablar de Steinbeck y Verne pasando, a un ritmo que me cuesta seguir, por los clásicos rusos...  lo cierto es que es agradable charlar con Ana y oír como trenza los fundamentos y motivos literarios de la literatura universal con el día a día de sus días. Reflexiona sobre la vida en las grandes ciudades y lo compara con su pueblo, este tema de conversación lo he propiciado yo claro; se debate entre una personalidad cosmopolita y el rechazo que le provoca la vida moderna, una vida moderna que, por su forma de ser y sus ideas campestres, la excluye. Reflexiona sobre la vida en general y sobre las contradicciones que encuentra entre sociedades dispares y mundos opuestos, no deja de parecer Alicia a través del espejo entre asfalto y cristal.
Dice no comprender del todo a los demás... ah! y su novio jacinto cuida cerdos, lo se porque también me enseñó fotos, de jacinto y de los cerdos.

Ana paga su café, se despide  y se marcha dando las gracias. "quizás me haga famosa con tu foto" me dice casi sin mirarme ya, "suerte" respondo, y la cruz tatuada que Ana lleva en el cuello desaparece en un mar de nucas y caras.

Me recordó a una canción pero no sabía a cual; hace poco me acordé y cierto es que Ana era como una flor que crece entre una maleza que la estrangula.
Mis manos quizás cuelgan en algún bar o galería de la capital inglesa, ojalá la vendiera y le dieran algo de dinero por ella, con eso pagaría el tiempo de espera que me quitó de encima y esta historia que contar.

".. y en los escaparates, detrás de los cristales se burlan de ella las flores artificiales, no necesitan aire, tampoco primavera, no necesitan agua ni nadie que las quiera. Entre el humo y el ruido, la gente se acelera, en este mar de gente es infeliz cualquiera, silbando melodías, aunque nadie la oiga soñando tonterías..."


Selección natural.




Entrenamiento de aves para la caza de drones.