
Foto: katandherblog
(...)
En la vida absurda que llevamos, todo conspira contra la conversación: nos obligan a viajar hacinados en los transportes públicos para ir a la oficina; para hacer menos aflictivo nuestro hacinamiento, nos enchufamos al oído aparatos que nos aíslan de la realidad circundante, o vivimos prendidos de pantallas que nos transmiten un espejismo de compañía (¡cientos, miles de amigos virtuales!) y que, en realidad, no hacen sino ahondar nuestra soledad; llegada la hora de la comida, lo hacemos de cualquier manera, acuciados siempre por el reloj, sin posibilidad de sentarnos a una mesa en compañía grata, mucho menos de disfrutar de una sobremesa; cuando regresamos a casa, más cansados que unos zorros, encendemos el televisor, para que unos tíos que repiten como papagayos las consignas y eslóganes que les han transmitido sus jefes de negociado o partido nos llenen la cabeza de mierda, o nos zambullimos en interné, para repetir o retuitear las consignas y eslóganes con los que previamente nos han machacado las meninges, creyendo ilusoriamente que son pensamientos originarios.
Y, antes de acostarnos, ponemos un poquito la radio, 'para que nos haga compañía'.O más bien para que nos haga olvidar que no tenemos compañía; o que, si la tenemos, no sabemos qué hacer con ella, porque han logrado que dejemos de conversar, porque han conseguido que dejemos de sentir curiosidad por el alma del prójimo, para que la nuestra se gangrene y envilezca. Y así nuestra vida termina siendo como la de los muebles, con los que alguien siempre termina haciendo leña.
Juan manuel de Prada. (El semanal XL)
No hay comentarios:
Publicar un comentario