domingo, 7 de marzo de 2021

Namaste

 



Cuando llegué a la India llevaba tiempo sin poder dormir y quizás no es la India, al menos Bombay, el lugar idóneo para conciliar el sueño…

No conozco la India, y me remito a lo que en su día dije de Japón.

Bombay es gris y opresiva, es como estar en el estómago de un monstruo que devora la historia de aquellos que osan enfrentarse a él dando forma en su interior a una amalgama de realidad húmeda y estática que te ralentiza y atrapa con una sensación viscosa de estar sumido en un sueño del que no puedes despertar.

 (…)

Los trayectos en coche son interesantes y algo deprimentes, las entrañas del monstruo son polvorientas y están pobladas de una curiosa infraestructura gigante y mínima a ratos, pero siempre llena de contrastes, tierra de ricos (los menos) y de pobres (los más).

Parado en un semáforo cruzo la mirada con una niña de no más de 8 o 9 años, me mira con curiosidad y ofrece flores, escarba en mis ojos hasta hacerme sentir incomodo, parece ver dentro de mi, mis vergüenzas, todo lo que llevo dentro y que su realidad ahora pone en relieve… poco antes de reanudar la marcha me sonríe, casi sin sonreír, y me despide con su mano vestida de colores, no puedo evitar mirar por el retrovisor para verla saltar sobre la acera y recogerse a si misma en un abrazo a sus rodillas a la espera de que el semáforo vuelva a detener a los vehículos que traen clientes a los que vender sus claveles naranjas.

(…)

Lo que más me sorprende de la India son sus habitantes; son atentos y su propia cultura los hace ser tan hospitalarios como curiosos, nunca tanta gente cocinó para mi sin apenas conocerme, por la simple gratitud de estar visitándoles y por la sola satisfacción de darme a conocer su cultura y gastronomía. Son curiosos hasta el punto de poder parecer irrespetuosos si no estás avisado pues quieren saber de ti, de tu país y de tus costumbres, y esto les lleva a preguntar cosas inverosímiles.

(…)

Desde la ventana del hotel veo como la ciudad combate con su luz la oscuridad de la noche sin luna ni estrellas, paso tiempo observando; es tarde o temprano según se mire, no sé si he dormido algo o pasado el rato en duermevela pero el inmenso ventanal parece una pantalla LED a través de la que veo un mundo inusualmente luminoso que recuerda a una vista panorámica y nocturna de blade runner.

Hemos estado en festivales hindúes, y me han hablado de más deidades de las que puedo recordar, historias de luchas fraticidas, de poder, de bondad y de venganza… mitología sagrada de quienes aun prestan atención a las cosas importantes e intenta sanar su alma.

(…)

Powai no duerme, podrían ser las 10 de la noche o las 4 de la madrugada, nada ha cambiado en las últimas horas y las calles son una tormenta de ruido y luz, desde la terraza en la que estamos sentados vemos el pasar continuo de gente y vehículos, coches, tuk tuks entrelazados en sonidos de claxon y luces de colores dándole forma a una serpiente infinita similar a una atracción de feria eterna y peligrosa. El tiempo pasa envuelto en una agradable conversación, pero entre tanta gente se tiene una extraña sensación de insignificancia, de desamparo existencial aturullado por el ruido y especiados olores. El camarero no termina de encajar que mi acompañante esté bebiendo alcohol, no es ilegal en absoluto, nos lo sirven, pero no debe estar socialmente bien visto que una mujer con el pelo suelto y un traje vaporoso se tome algo en una terraza sin darle importancia al hecho y a las miradas curiosas de su alrededor; no sabría decir la hora que es, aquí el tiempo no parece ser lineal…

Aquella noche, la india, el universo, se difuminaban entre el calor nocturno y el frescor onírico de la cerveza y la conversación; tengo la extraña sensación de no ser yo; y por un tiempo dejé de ser eso, yo,…  finalmente, a la sexta noche, rendido al entorno, rendido en las entrañas del monstruo y abandonado de mi mismo , dormí.

 

Poema a gáṅgā:

Vengo como huérfano a ti, mojado de amor.

Vengo sin refugio para ti, dador de descanso sagrado.

Vengo a ti como un hombre caído, el mejor de todos.

Vengo deshecho por la enfermedad a ti, el médico perfecto.

Vengo, mi corazón seco con sed, a ti, océano de vino dulce.

Haz conmigo lo que quieras.

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